CLARINGATE

Por Fabián G. Echaniz

Una de las primeras cosas que se les inculcan a los estudiantes de periodismo es a aprender a diferenciar el límite entre la libertad de prensa y las libertades individuales. A partir de esta premisa uno podría esperar que justamente en los medios de comunicación esta diferenciación fuera un ejemplo.

Pero hay un medio, un multimedio, que transgrede a estas ideas y a varias leyes, estamos hablando justamente del famosísimo Grupo Clarín. Quien hace horas nada más se vio envuelto en un hecho que nada tiene que envidiarle a lo ocurrido en Washington durante la presidencia de Nixon, o a cualquier agencia de espionaje del mundo.

El acontecimiento en cuestión se dio a conocer luego del despido de dos reconocidos profesionales de los medios como Gustavo Daich y Ángel Juan, ambos empleados de Canal 7 quienes denunciaron que había cámaras ocultas en las instalaciones para espiarlos. La grave denuncia, lejos de generar curiosidad por si se haría una nueva versión de Gran Hermano en la ciudad, motivó la intervención del Sindicato de Televisión (SAT) y del Ministerio de Trabajo donde se constató la existencia de las mismas. “Encontramos una cadena de cámaras con audio, ocultas en falsas paredes y en el sistema de ventilación, sobre todo en el sector de refrigerio de los empleados, con la clara intención de conocer sus dichos y pensamientos”, explicó un gremialista del SAT.

Acto seguido se realizó un numeroso piquete frente a las instalaciones del canal en Blandengues al 300 en claro apoyo a los compañeros cesanteados y en repudio al autor material del hecho, el actual gerente del “siete” Simón Roitman.

Por suerte, horas más tarde, la delegación local del Ministerio de Trabajo de la Provincia dictó la conciliación obligatoria, por lo que Ángel Juan y Gustavo Daich podrán retornar a sus puestos de trabajo. El acuerdo también implica que desde ahora y por 15 días habrá reuniones entre Clarín y el SAT con la intención de poder llegar a un convenio sobre el futuro laboral de los más de 30 empleados que tiene en medios de comunicación en nuestra ciudad.

Lo que resultó curioso fue que fueron muy pocos los medios que siquiera reflejaron la noticia, y es bastante claro que Ernestina Herrera ejerce muchísima presión sobre la prensa libre, algo que la señora se cansó de criticarles a los gobernantes de turno (con los cuales pocos conflictos tuvo cuando la dejaron monopolizar la televisión por cable al adueñarse de Cablevisión).

Pero poco se puede esperar de un multimedio más preocupado en desestabilizar gobiernos contrarios a sus predilecciones que a ejercer el periodismo como lo enseñan en los libros. Es una lástima que quienes tienen las capacidad de ejercer un verdadero cambio para mejor, sólo se preocupen en realizar complicadas gestiones para evitar que sus empleados cometan el pecado mortal de ejercer la profesión con libertad.

fabianechaniz@laotrabahia.com