
Por: Marcos Villagra
Sonará recurrente, quizás tedioso, pero la violencia en el fútbol es un tema que no se agota y que constantemente nos da desagradables sorpresas (a esta altura, ¿sorprende?). El último sábado, el fútbol liguista escribió una de sus páginas más tristes, que reflejan la violencia social, la irresponsabilidad policial y dirigencial y la devaluación constante que se hace del fútbol, visto más como un centro de descargas emocionales, que como una actividad deportiva.
La situación que se vivió el sábado en White fue vergonzosa. Los disturbios comenzaron temprano, cuando 150 hinchas de Huracán emboscaron a unos 200 de Libertad en el sector del salitral de la ruta 3. Si bien la policia intentó frenar a los revoltosos, después de esta fuerte gresca, ¡Igual se les pertmitió ingresar a la cancha! Sin duda un acto de irresponsabilidad extrema, ya que se sabe que entre estas dos hinchadas siempre hay disputas, y luego de la"previa" en la ruta, era lógico que la cancha era un hervidero a punto de estallar.
Lógicamente los incidentes siguieron cuando un hincha de Libertad robó una bandera de Huracán ingresando por un hueco del pulmón, lo que generó la reacción de los hinchas del Globo y la violencia posterior, por la que los jugadores debieron refugiarse en los vestuarios, a sabiendas de que su familia se encontraba en la tribuna y de la fuerte represión que la policia estaba ejerciendo.
Ahora bien, en la cancha había 48 efectivos policiales para tan solo 500 hinchas, e igualmente no pudieron contener la orda violenta que se generó. Tampoco había oficiales en los pulmones, tan solo colocando dos de ellos por pulmón se hubiese evitado esta lamentable situación.
Sin embargo la problemática me lleva más allá del hecho. ¿Era necesario emboscar a la hinchada de Libertad en la ruta? ¿era necesario robar una bandera sabiendo el clima hóstil previo? ¿era necesario enfrentarse a la policia luego del partido, cuando los incidentes habían finalizado?
Esta serie de preguntas retóricas no me lleva más que a pensar que estos individuos acuden a la cancha sin importarle el bien de su equipo, ni el esfuerzo que hacen los jugadores en la semana, ni la dirigencia, ni los familiares y aquellas personas que no estaban involucradas. Una muestra más de que el límite ha sido revasado y de que es necesaria una solución que incluya la contención social, la prevención y el límite, para que las canchas de fútbol no sigan transformándose en escenarios de "luchas de gallos", porque en esta jungla el más fuerte nunca gana...sino que todos pierden...
marcosvillagra@laotrabahia.com
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